Jorge Hernández Fernández: Coronado en Zaragoza: cómo Collin Sexton apareció de la nada

No entraba en las quinielas, tampoco era una de las grandes estrellas de high school que acostumbramos a conocer gracias a los highlights y las mixtapes. Explosión es el término que mejor define la irrupción que supuso Collin Sexton en el mundo del baloncesto. El lugar y el contexto no fueron los más comunes, pues pocas superestrellas de instituto han dado el salto a la primera plana gracias a un evento FIBA.

Hasta 2016 era prácticamente un perfecto desconocido, enrolado en las filas del Southern Stampede de EYBL llamó la atención de todos los scouts y entrenadores cuando firmó unas actuaciones de ensueño. 35 y 37 puntos le bastaron para que su nombre empezase a sonar familiar. Sexton finalizaría ese año en la EYBL anotando más de 30 puntos en nueve de los diez partidos, incluyendo una actuación de 44 puntos ante Georgia Stars

Los registros estaban ahí, a la vista de todos, solo con verle desfilar por la pista se intuía que poseía algo diferente. Sus ojos expresaban su juego, una mirada eléctrica y energizante. Ese verano de 2016 fue el inicio de todo, sus actuaciones llegaron a oídos de USA Basketball que le convocaría en la primera lista de jugadores de cara al FIBA U17 World Cup celebrado en Zaragoza.

Treinta y nueve serían los aspirantes a rellenar las doce plazas vacantes que lucharían por revalidar el oro de 2014. Entre ellos, algunos de los prospects más valorados de la class de 2017, jugadores como Wendell Carter, Gary Trent Jr o Jaren Jackson

A partir de aquel 19 de mayo, día en que la lista fue anunciada, hasta el 10 de junio, día del primer training camp, Sexton concentró todos sus esfuerzos en llegar a punto para hacerse con un puesto en aquella selección. Sabedor de la importancia de semejante oportunidad, el de Georgia no descansó mientras el gimnasio estuvo abierto. De la mano de su entrenador en Pebblebrook HS George Washington, Sexton comenzó a trabajar con altitude mask para aclimatarse al cambio de altura que sufriría en Colorado, lugar donde se realizarían los entrenamientos del Team USA

“Él quería estar en ese equipo a toda costa”, comentaba Washington en un artículo para SB Nation en 2016. “Muchos de esos chicos han estado ahí antes, ellos son privilegiados. Su trabajo
ha de representar al trabajador que más se esfuerza”. La vida da pequeñas oportunidades rodeadas de una enorme cantidad de sacrificio. Un sacrificio traducido en una rutina de
entrenamientos suicida que le llevó a realizar tres sesiones diarias que le arrastrarían hasta la extenuación.  Todo empeño es escaso cuando se habla de representar a la selección de los Estados Unidos. “Me presiono hasta el máximo, porque es ahí donde quiero estar. Quiero ser la mejor persona que pueda ser como jugador y como persona”, decía Collin para USA Basketball en 2016.

El factor suerte jugó un papel fundamental en la irrupción de Sexton a los ojos de todos, la oportunidad que se le abría ante sus ojos podría ser su billete hacia una buena universidad y, quién sabe, si una brillante carrera en la NBA en un futuro no muy lejano.

“Yo solo quiero llegar hasta la puerta de USA Basketball. Si pude llegar hasta las pruebas para el Mundial, en aquel momento sentí que podía dar lo mejor de mí y formar parte del equipo”, declaraba para Trenton Miller un año después de la que sería la experiencia de su vida hasta ahora. “Trabajé muy duro solo para entrar en el equipo y cuando lo conseguí, me cercioré de que seguía trabajando duro”

El contexto era el idóneo para él, campo abierto, muchos espacios y ritmo frenético. El seleccionador Donald Showalter había orquestado una sinfonía perfecta, en donde Sexton tomó el mando y puso todos los focos sobre él.

La fase de grupos parecía asequible en primera instancia, contando por descontado con la acumulación de talento que aunaba el combinado americano con jugadores como Kevin Knox, Troy Brown o Austin Wiley. Un primer encuentro contra Taipei sin mucha historia no permitió ver en plenitud competitiva al combinado americano que tendría su primera prueba de fuego 24 horas después contra uno de los equipos más potentes del campeonato: Turquía.

Fue un 24 de junio cuando aquel chico de Georgia de brazos largos y físico fibroso reivindicó que su puesto número 25 en el ranking de ESPN se le quedaba corto. Allí en frente de una decena de scouts de las universidades más prestigiosas de la NCAA, Sexton firmó un partido excelente con 20 puntos y 4 asistencias en apenas 20 minutos de juego para cerrar la que sería la segunda victoria de los americanos con un marcador de 66 a 84.

“El entrenador me dijo que saliese desde el banquillo con energía cada vez que saliese a pista, yo solo he estado intentando jugar con energía y contagiarla al resto del equipo”, añadiría al término del encuentro. 

Sexton maravillaba en cada jugada, su estilo frenético y eléctrico no era rival para cualquier defensor del campeonato. Sus piernas, demasiado ágiles; su bote, demasiado lejos de su cuerpo para ser interceptado; sus finalizaciones; imprevisibles. A simple vista su aspecto físico no hacía presagiar la fuerza interna que poseía, capaz de impactar y rectificar en el aire ante cualquier par.

El torneo continuaba, la fase final era inminente, y progresivamente fue adquiriendo mayor confianza del entrenador Showalter. Una confianza correspondida por Sexton que actuó como líder del grupo, como general en la cancha, orquestando la que sería la clave en la consecución del campeonato: la defensa. El equipo americano apostó por un planteamiento agresivo en la defensa, sobre todo tras canasta, presionando al jugador con balón y negando la opción de pase a sus compañeros gracias a los continuos flashes que realizaba el resto de la selección americana. Así, Sexton, pasó a ser un quebradero de cabeza para cualquier guard del Mundial.

Con una agilidad de pies y un desplazamiento lateral idóneo para responder a los movimientos rivales, el jugador de Georgia fue uno de los artífices del éxito del sistema defensivo junto a su compañero, Gary Trent Jr.

Primero Argentina y después Corea del Sur no fueron rivales para unos Estados Unidos donde Sexton ya era el líder en anotación. Saliendo siempre desde el banquillo, era el encargado de meter una marcha más al equipo, de reactivarlo e impedir que llegase un momento de relajación. Su incidencia en pista iba más allá de las estadísticas, a lo largo del torneo se empezó a intuir qué tipo de jugador teníamos delante, más que un anotador compulsivo, Collin Sexton parecía más un facilitador de equipo. Un jugador con la habilidad suficiente para mejorar al resto de sus compañeros sin necesidad de tener el balón en las manos.

Su aportación fue esencial en la definitiva semifinal contra Lituania, una de las selecciones más potentes del Mundial U17 con jugadores como Arnas Velicka o Ignas Sargiunas. Sexton, gracias a su agilidad, fue el encargado de no permitir que los lituanos estuviesen cómodos en defensa, permitiendo que se colocasen en una zona press 2-2-1 que estaba llevando el encuentro a un ritmo bajo y con bajos porcentajes. Cuatro minutos fueron suficientes para darle la vuelta al marcador, imponer orden al equipo y abrir espacios. La brecha estaba abierta, a partir del segundo tiempo los americanos llevaron al límite al ataque lituano hasta la consecución de la victoria que les serviría como salvoconducto a la ansiada final.

El último escollo necesario para colgarse el oro sería Turquía, contra la que ya se habían medido en fase de grupos. Estados Unidos era ahora un conjunto más maduro, con un líder claro, que no necesitaba de grandes focos o aclarados para brillar. Solo se necesitaba a sí mismo para encenderse.

La final tuvo un nombre propio, Collin Sexton. Sin él, Estados Unidos hubiera sufrido mucho más para hacerse con el triunfo. Su aportación en pista fue decisiva, finalizó el encuentro con un 23 de eficiencia, el mejor de largo entre ambos equipos, repartió 8 asistencias y anotó 16 puntos.

Unos guarismos que no pasaron desapercibido para la prensa y expertos presentes en Zaragoza. “Miraba de lado a lado. ¿Acababan de decir mi nombre por megafonía?”, se preguntaba Sexton en un artículo para The Players’ Tribune. “Miré a mi alrededor y todo el mundo me estaba mirando. Supongo que han dicho mi nombre”. Entre el desconcierto y la estupefacción, aquel jugador número doce, que había entrado a última hora en el training camp acababa de ser nombrado MVP del Mundial U17. Sexton había estado fuera del radar demasiado tiempo, tanto que su explosión pilló a todos por sorpresa, incluso a él mismo.

Su MVP fue el resultado de un trabajo a oscuras, lejos de highlights o del hype que caracteriza a los grandes prospects provenientes de high school. Tres sesiones diarias, entrenamientos al límite, explotando cada una de sus virtudes y menguando sus carencias. Esa fue la clave del éxito, sin pensar en un objetivo individual, dejando que el destino jugase sus cartas y fluyendo en una cancha de baloncesto.

“Mi sueño nunca fue llegar a la selección o ganar un premio, o incluso se considerado como el mejor jugador de instituto del país. No, mi sueño fue siempre mucho más grande que eso”, comentaba Sexton. El FIBA U17 World Cup celebrado en Zaragoza fue el trampolín necesario para darse a conocer y comenzar a labrarse un futuro, un lugar donde recoger lo sembrado. En apenas unas semanas pasaría de estar fuera del ranking de ESPN a ocupar uno de los 10 primeros puestos de la class de 2017. Sexton tuvo claro su plan: “sólo tenía que estar delante de la gente adecuada para mostrarles mi talento y hacerlo lo mejor que pudiese”.

Cuando el confeti yacía en el suelo, las medallas ya habían sido repartidas a sus respectivos dueños y todo volvía a la calma, una pregunta cruzó la sala de prensa: “What’s next for Collin Sexton?”. Young Bull dictaba sentencia como ya había demostrado semanas atrás: “Voy a continuar trabajando duro, mejorando y trabajando con diferentes personas para que me ayuden a continuar creciendo”. El sueño no había hecho nada más que empezar, poco después se comprometería con la Universidad de Alabama a la que conduciría hasta la segunda ronda del March Madness donde serían superados Villanova, a la postre campeones. La NCAA se le quedó corta para Sexton que tras acabar la temporada se declararía elegible para el Draft de 2018. Su destino sería Cleveland Cavaliers, el contexto perfecto para continuar creciendo en busca de la excelencia ansiada, sin exaltaciones individuales, cimentado en una ética de trabajo clara y una mirada que emana fuego.

Zaragoza fue testigo del surgimiento de una futura estrella, llamada a ser diferencial por su carácter y estilo. Saliendo desde abajo hasta alcanzar lo más alto del top. No fue el camino más común hasta la élite, pero Sexton lo hizo a su manera, como en cada partido.

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