Jorge Hernández Fernández: Virginia sobrevive a un Carsen Edwards de leyenda (42 puntos y 10 triples)

Purdue (#3) 75 – Virginia (#1) 80

Del purgatorio al cielo en poco más de un año. De hacer historia ante UMBC (primer triunfo de un seed 16 en un March Madness) a regresar a una Final Four que hacía 35 años que no saboreaban. Todo camino al paraíso conlleva sacrificios y mucho sufrimiento. Y aprendizaje continuo. Virginia sobrevivió a todo, desde la exhibición legendaria de Carsen Edwards, con 42 puntos y 10 triples, hasta al final más improbable y milagroso de este March Madness. A 5 segundos del final, los Cavaliers estaban eliminados: 3 abajo y dos tiros libres. Jerome falló el segundo, Diakite palmeó el rebote hacia su propio campo y Clark se inventó un mísil tierra-aire a las manos del guineano que, sobre la bocina, levantó un tiro que lo cambió todo.

Les podría resumir el partido de muchas formas. Pero antes, Carsen Edwards se ha ganado merecidamente su relato en estas líneas. Y es que para que haya un heroico campeón, debe haber un oponente de leyenda.

El recital mayúsculo de Edwards permanecerá en la memoria del March Madness. 26 puntos a Old Dominion. 42 a Villanova. 29 a Tennessee. Y 42 a Virginia. 139 puntos en 4 partidos, superando al mítico Bo Kimble de la frenética Loyola Marymount de Paul Westhead. Y además, 4 triples a los Monarchs. 9 a los Wildcats. 5 a los Volunteers y 10 a los Cavaliers. 28 triples anotados para superar el registro de otra estrella como Glen Rice. Eso sí, la estrella de Michigan necesitó 6 partidos. Carsen lo ha hecho en apenas 4.

Ante semejante astro, Virginia necesitó su mejor versión. Entendió que debía sobrevivir a los puñales de su rival durante la primera mitad (8 triples clavó Purdue) y gestionó a la perfección las emociones y sensaciones durante un segundo tiempo con nombre y apellido: Kyle Guy. El escolta prendió fuego al partido desde la larga distancia con una sucesión de aciertos que hubieran acabado hasta con el más valiente. Pero delante estaba Edwards, que se encargó de responder personalmente a todas las amenazas de Guy y también de Ty Jerome. Y parecía que dicho trabajo acabaría teniendo el dulce premio del triunfo cuando, aliado con la más dichosa fortuna, Carsen clavó un triplazo a tablero en el último minuto que parecía poner la guinda a una actuación tan memorable. 69-67. Falló Virginia. Anotó un tiro libre Ryan Cline. Y el resto, para la historia.

Prórroga. Ocho letras que supieron a cielo para cualquier aficionado. Un duelo de semejante entidad, espectáculo y emoción no podía no tener un último epílogo. Tras varios minutos de irrompible igualdad, el balón volvió a las manos de Carsen Edwards. 75-76 en el marcador. Triple desde 9 metros para tomar ventaja. Aro. Y rebote para Kyle Guy. Al tiro libre y no perdona. 75-78. A Edwards le quedaba una última bala para conseguir la segunda prórroga. Sin embargo, ni el mismo Hitchcock hubiera sido capaz de crear un final tan radicalmente contradictorio.

Con 75-78, tras haber anotado 42 puntos y 10 triples y a 5 segundos del final, Carsen Edwards pasó el balón. No lanzó. Ni miró a canasta. Y evidentemente, ninguno de sus compañeros estaba preparado para esta decisión. Pérdida. Final del cuento de hadas. De un sueño que ha durado dos semanas y que ha acabado en lo más cercano a una pesadilla, por lo menos durante varias noches. Quizás el tiempo curará heridas y pondrá este relato en el sitio que merece. Thanks for the memories, Carsen.

Texas Tech (#3) 75 – Gonzaga (#1) 69

La mejor defensa contra el mejor ataque. Duelo de contrastes, de estilos y de planteamientos. De dureza y combate en la pintura y de muñecas bien afiladas. De veteranía, de oficio, pero sobre todo, de intensidad y hambre. Y así de igualado y poco fluido empezó un choque que fue mejorando a medida que pasaba cada minuto. Primero, con las acciones individuales de un sobremarcado Jarrett Culver. Y, posteriormente, con la explosión desde el perímetro que firmaron Perkins y Norvell en un lado y Moretti y, en especial, Matt Mooney (17 puntos) en el otro. Minutos de tiroteo constante para romper la dinámica general de un encuentro tosco y de ataques y defensas muy trabajadas. 35-37. Tablas indiscutibles en los primeros veinte minutos… y hasta el minuto 35.

Y es que las respuestas de uno y otro eran continuas. Gonzaga recurría a un omnipresente Rui Hachimura (22 puntos) y a la potencia interior de Brandon Clarke (18 puntos y 12 rebotes), mientras que Texas Tech encontraba buenos actores secundarios para su gran estrella Jarrett Culver. Hasta que uno de ellos quiso tener un rol mucho más principal. Davide Moretti, un joven italiano de Bolonia, hizo su aparición en el escenario más mediático y llamativo del baloncesto universitario. Dos triplazos punteados desde 8 metros para poner a los de Mark Few en un alambre desgraciadamente ya conocido. Los nervios y el miedo a la derrota volvieron a apoderarse de los Bulldogs, incapaces de superar a un rival que frenaba una y otra vez su reacción: taponazo de Tariq Owens e infalibilidad de Matt Mooney en el tiro libre.

Sin embargo, al duelo le faltaba un último giro de guion. Moretti, el gran héroe tejano, bien pudo convertirse en el señalado con dos pérdidas que devolvieron la vida a Gonzaga. Pero lo que Josh Perkins dio, Josh Perkins quitó. Tras anotar un triplazo que ponía a su equipo a dos puntos, el base hizo falta sobre el sacador, sellando de forma definitiva un partido que sólo podía tener un final así. Surrealismo puro y duro. Éxito mayúsculo para Chris Beard. Texas Tech, tras 94 años de historia, a su primera Final Four.

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